di Stefano Basilico
Desde el Admiral Graf Spee de Hans Langsdorff al Emden de Karl Von Müller
En las primeras horas de la mañana del 13 de diciembre de 1939, todavía era de noche, el “acorazado de bolsillo” KMS Admiral Graf Spee navega hacía la costa de Uruguay, según planeado por el comandante Langsdorff; en las aguas de Punta del Este, su rumbo coincidiría con él de una escuadra de cruceros ingleses: la Fuerza G del comodoro Harwood. El Atlántico meridional, un escenario que propone otra vez un enfrentamiento entre la Royal Navy y la marina alemana, en el mes de diciembre: las Islas Malvinas en 1914, el estuario del Rio de La Plata en 1939.
Como en un arcano insondable, analogías impactantes a lo largo de un cuarto de siglo: un encuentro, totalmente inesperado; la posibilidad de evitar el enfrentamiento, por parte del comandante alemán, debido a razones de oportunidad estratégicas; una vez entablado el combate, en ambos casos una decisión equivocada sellará el destino de los buques teutónicos. Como si la sombra larga del conde Maximilian Graf von Spee se proyectara sobre las aguas del océano, sentenciando también – 25 años después – el destino del moderno acorazado que llevaba su nombre, además luciendo una placa a perpetuar el recuerdo de la victoria en la Batalla de Coronel (1 de noviembre 1914).
Viajamos un poco hacia atrás en el tiempo: 1914, División Naval de Oriente. Después de haber doblado Cabo de Horno con su escuadra en los primeros días de diciembre, y haber fondeado las anclas en la Isla Picton, el almirante Von Spee convocó una reunión con sus comandantes y oficiales a borde del «Panzerkreuzer» SMS Gneisenau para decidir y dibujar las futuras estrategias. Lo más lógico, y coherente con el principio de la “guerra de corso” (verdadera misión del «Ostasiatische Kreuzergeschwader»), hubiera sido navegar hacia el Estuario del Rio de la Plata con el objetivo de paralizar las rutas comerciales que salían desde Brasil y Argentina llevando vitales recursos a las Islas Británicas; sin embargo, Von Spee propuso cumplir antes una incursión en Port Stanley: más allá de la destrucción de la local estación radio, este espectacular «raid» hubiera representado una ideal respuesta a la invasión padecida por las islas y archipielagos alemanes en el Pacífico.
Envano el capitán de navio Von Maerker, comandante del Gneisenau, único entre los presentes, expresó su opinión negativa: no solo pensando en la guerra de corso sino también subrayando la importancia para la escuadra de hacer perder su rastro por un tiempo más largo posible en Atlántico y dejando los ingleses en búsqueda en la incertidumbre. El almirante Von Spee confirmó su decisión. En las primeras horas de la mañana del 8 de diciembre, con la División Naval de Oriente ya en las aguas de las Islas Malvinas, el Gneisenau y Nürnberg pusieron con decisión rumbo a Port Stanley: a pesar del enterarse de la presencia – totalmente inesperada – de muchos buques en el fondeadero (y entre ellos, identificados por los característicos mástiles en tripode, también o modernos acorazados del tipo «dreadnought» o «battlecruisers») el «panzerkreuzer» alemán avanzó para enfrentar el crucero HMS Kent que vigilava la entrada del puerto.
De repente, unos disparos de las piezas de 305 mm del anticuado acorazado HMS Canopus, fondeado en el barro como batería flotante y cuyos disparos parabólicos “a ciegas” eran dirigidos por un observatorio. Los dos cruceros alemanes, tomados completamente por sorpresa, cambiaron rumbo hacia fuera; este fue el segundo error, después de la decisión de hacer la incursión en Port Stanley: 1) hubiera sido mucho más lógico avanzar hacia el puerto, intentando hundir el HMS Kent en corrispondencia de la entrada, bloqueando así en el fondeadero la poderosa escuadra británica (que estaba todavía en fase de carboneo); 2) además, acercandose progresivamente a la isla, los buques de la Kaiserliche Marine hubieran quedado fuera del alcance de los cañones del «pre-dreadnought» inglés.

(8 de diciembre 1914)
Y llegó el tercer error: definitivo; desde el SMS Scharnhorst (buque insignia de la División) llegó el orden, perentorio: “reunión”. Este orden, mucho más que la Batalla de las Malvinas, selló el destino del mismísimo «Kreuzergeschwader»: acosados por dos veloces y poderosos «battlecruisers» de la Royal Navy, a lo largo de un día luminosísimo que garantizaba una extraordinaria visibilidad, los buques alemanes no tuvieron ninguna posibilidad de escapar al aniquilamento, acabando hundidos uno trás del otro en el océano austral.
Ha pasado un cuarto de siglo: en el mismo Atlántico meridional, millas y millas más al norte de las Islas Malvinas, poco antes de las seis de la mañana del 13 de diciembre 1939, el “acorazado de bolsillo” KMS Admiral Graf Spee navegava en zigzag frente al estuario del Plata, a la velocidad 15 nudos.
De repente, por un serviola fueron descubiertos dos mástiles, emergendo sobre la linea del horizonte por la amura de estribor del «panzerschiff». Eran las 6.10.
Una vez comprobado el avistamiento por parte del oficial de guardia, al llegar al puente el comandante Langsdorff una serie de otros cuatro mástiles más ya estaba a la vista, a una distancia de diecisiete millas. En principio, los buques fueron identificados en un crucero pesado y dos destructores: ¿la posible escolta de un convy enemigo? En este convincimiento, a pesar de que no fue posible aclararlo mejor debido a una avería del hidrovolante Heinkel Arado, en el acorazado alemán se ordenó de mantener rumbo y velocidad, y luego: “¡Zafarrancho de combate!”.
A lo largo de los siguientes minutos, los acontecimientos se desarrollaron rapidamente. Hubo un momento donde el “acorazado de bolsillo”, todavía no descubierto por los serviolas británicos, hubiera podido evadir el combate, alejándose a gran velocidad; el mismo Langsdorff a quién evidentemente quedaba alguna duda, preguntó a Kay, su segundo oficial, por su opinión: Kay, así como en su momento Von Maerker hablando a Von Spee, aconsejó de evadir el choque y hacer perder las huellas del acorazado en el océano. Envano: pensando que – una vez eliminado el crucero – el supuesto convoy hubiera quedado practicamente indefenso a su alcance, el comandante alemán ordenó de aumentar la velocidad a 27 nudos, además variando ligeramente de rumbo hacia el enemigo.
Mientras que los buques enemigos, que se habían percatado de la presencia del «panzerschiff» debido al penacho de humo que inevitablemente había producido el cambio de régimen de los motores del Admiral Graf Spee, se dividían entre ellos, por parte del HMS Exeter – que se habia adelantado – se confirmó el descubrimiento e identificación del buque como un acorazado de bolsillo: ¡el Corsario, por fin!
Mientras tanto, por los alemanes ya hubo plena consciencia de que los dos supuestos destructores eran en realidad y sin lugar a dudas dos cruceros ligeros británicos. Por lo tanto, a estas alturas Langsdorff debió comprender que esta “novedad” variaba drasticamente el cuadro: un combate con tres cruceros (muy probablemente más veloces que el Admiral Graf Spee) provocaría sin duda daños y averías en el «panzerschiff»: escenario aún peor, sin un lugar donde hacer las reparaciones; además, la orden de operaciones señalaba claramente que debería eludir cualquier combate, aunque fuese con fuerzas inferiores, a menos que resultase inevitable. Sin embargo, Langsdorff – siguiendo en su serie de equivocaciones, quizás por el cansancio acumulado y puede viviendo casi como una liberacion el enfrentarse por fin al enemigo – debió de pensar que su buque estaría ya descubierto y que lo mejor sería aceptar el choque, puesto que, en cualquier caso, el enemigo indudablemente le atacaría o, al menos, trataría de seguirle.

Ya en los cruceros de la «Fuerza G» se había igualmente tocado zafarrancho de combate, mientras que al mismo tiempo se advertía por radio del avistamiento al crucero HMS Cumberland (en Port Stanley), y a los almirantes de las Fuerzas «K» y «X». Después de un cuarto de hora desde el primer avistamiento del enemigo, el Corsario abrió el fuego sobre el HMS Exeter con su torre triple de popa, a 19.700 metros de distancia, mientras que seguía acercandose. El crucero pesado inglés metió a babor para descentrarse y respondió, casi de inmediato, con sus seis piezas de 204 mm, cuando el «panzerschiff» se hallaba a 17.000 metros de distancia.
El enfrentamiento naval que pasaría a la histora como “la Batalla del Rio de la Plata” acababa de empezar.
El Admiral Graf Spee tuvo que dividir el tiro de su artillería principal, dedicando la torre de popa al HMS Exeter, que navegaba ya prácticamente de vuelta encontrada, y la de proa al HMS Ajax y al HMNZS Achilles, que lo hacían de la misma vuelta que el acorazado (a rumbos casi paralelos) y estaban acercándose según los órdenes recibidos por Harwood. Honrando la tradición de la artilleria naval alemana, cuya eficacia y precisión ya fue leyendaria en la epoca de la Kaiserliche Marine, el tiro del Corsario había sido excelente desde el principio; El HMS Exeter, fue rapidamente alcanzado por proyectiles alemanes de 280 mm; otros, cayendo al agua (pero muy cerca del crucero), hicieron como si el buque británico hubiera sido ametrallado. El efecto, ya desde el principio, fue demoledor y el tiro siguió con ritmo rípido: casco y chimeneas perforados, bajas y heridos, aplastado un montaje de tubos lanzatorpedos e acribillados los proyectores y el avión de estribor. Además, ya casi de inmediato, quedaron seccionados los circuitos eléctricos de las lámparas de la dirección de tiro, indicadoras de que cada pieza estaba cargada y apuntada; luego, un impacto directo destrozó la torre «B» dejando muertos y heridos entre los artilleros: la explosión de este proyectil dió también lugar a un “latigazo de metralla” que destrozó el puente de mando, dejando igualmente muertos y heridos. Concretamente, a pesar de que el HMS Exeter seguía disparando con las torres «A» y «C», a estas alturas en el crucero británico ya habian quedado inutilizados el aparato de gobierno, los telégrafos de máquinas y todos los teléfonos.

Mientras tanto, el Admiral Graf Spee había sido también alcanzado. Un proyectil de 203 mm del mismo HMS Exter atravesó el costado de estribor por encima de la coraza, alcanzó la cubierta blindada: la cubierta misma quedó dentada y mellada por la explosión, pero resistió; otro proyectil del maltrecho crucero pasó entre el puente del almirante y el mástil de proa del «panzerschiff», sin estallar. Mientras tanto los dos cruceros ligeros no pudieron conseguir todavía impacto alguno, debido al orden de Harwood de una caída de rumbo hacia fuera de 30°.
De hecho, tanto el HMS Ajax y HMNZS Achilles cuanto el “acorazado de bolsillo” zigzagueaban constantemente para descentrarse: por lo tanto, el Corsario pudo seguir acosando al HMS Exeter. Disminuyendo rapidamente la distancia entre los dos buques, al estar a unos 11.000 metros, el crucero pesado recibió otros impactos directos: los estayes y las burdas del mástil de popa fueron seccionados por la metralla, con caida de la antena principal de la radio; las catapultas de los dos aviones y estos mismos resultaron acribillados; agujeros en el costado, explosiones, destrozos e incendios en el interior, con necesidad de inundarse los pañoles de gasolina para evitar que estallaran.
Sin embargo, el maltrecho HMS Exeter seguía luchando con valor, disparando con las torres de artilleria que quedaban en condiciones e intentando además lanzar sus torpedos de estribor contra el Admiral Graf Spee. Poco después, Langsdorff temiendo justamente de ser torpedeado por cualquiera de los tres buques enemigos, que en su conjunto montaban un total de veintidós tubos lanzatorpedos y habiéndose dividido entre ellos se hallaban ya en buena posición de táctica para un ataque de este tipo, ordenó de meter a babor cayendo unos 150° de rumbo, emitiendo contemporaneamente una columna de humo a fin de ocultar sus movimientos.
Mientras que el fuego del HMS Ajax y HMNZS Achilles seguía siendo ineficaz (debido a la distancia), a pesar de su valor y tenacia el HMS Exter – hostigado por una lluvia de impactos que iba destrozando implacablemente el casco, torres y maquinaria – a la media hora escasa de comenzar la batalla estaba practicamente fuera de combate: además de los heridos, ya había tenido 50 bajas; sólo le quedaban disponibles una torre doble de 203 mm y un cañón de 102 mm; había embarcado 650 toneladas de agua y estaba devorado por varios incendios; presentaba una escora de más de 10°, hocicando de proa un metro.
En esta fase del combate el «panzerschiff», al invertir prácticamente el rumbo, había hecho aumentar considerablemente su distancia a los cruceros ligeros británicos, por lo que el comodoro inglés ordenó caer a babor y forzar máquinas hasta 31 nudos, a fin de acortar el alcance y tratar de salvar el HMS Exeter. Harwood, careciendo de conexión radio con el crucero pesado (cuyas antenas quedaron destrozadas por los proyéctiles alemanes), decidió aproar hacia el Graf Spee a fin de cerrar distancias lo más rapidamente posible: sin embargo, cabe subrayar que esta maniobra le privara momentáneamente del empleo de la mitad de su artillería.

A estas alturas, cuesta comprender la actitud de Langsdorff: siendo que su buque estaba practicamente intacto (además habiéndose percatado de que el adversario principal estaba prácticamente fuera de combate y andaba a velocidad muy reducida), no cabe duda que la decisión más acertada – y tacticamente correcta – hubiera sido arrumbar con decisión al norte y concentrar toda su artillería sobre los cruceros ligeros enemigos: para, si éstos aceptaban el desafío, hundirlos o dejarlos fuera de combate, y, si optaban por retirarse, rematar al HMS Exeter.
Nada de todo esto: el acorazado alemán puso la popa al HMS Ajax y HMNZS Achilles y siguió disparando sobre el renqueante y muy maltrecho HMS Exeter, lo que permitió al comodoro Harwood aproximarse impunemente hasta muy corta distancia y, después, colocar una serie de impactos en el Admiral Graf Spee. Mientras que los alemanes se aproximaban al crucero pesado, para rematar la faena y acabar con el buque principal de la Fuerza G, Harwood pudo arrumbar a su vez al Oeste para que volvieran a entrar en fuego sus dieciséis cañones de 152 mm: una vez que la distancia fue de tan sólo unos diez mil metros, el Corsario pronto empezó a recibir un verdadero diluvio de proyectiles por los dos cruceros ligeros británicos. Cabe subrayar que todos los impactos que incidían sobre las torres triples de 280 mm o la cintura acorazada rebotaban y caían al mar, mientras que los restantes le causaron bastantes destrozos y bajas: a pesar de que – concretamente – las averías y destrozos fueron relativamente poco importantes en el “acorazado de bolsillo” desde el punto de vista de su operatividad y eficiencia bélica, todo esto resultaría suficiente después para decidir a Langsdorff a abandonar el combate y dirigirse a Montevideo.
Pero vamos en orden. Hubieron varias bajas y quedaron fuera de servicio el montaje y el ascensor de municiones de un montaje doble de cañones de 105 mm, la panadería, la cocina de marinería, un ascensor de municiones de 150 mm y un montaje de cañones antiaéreos de 37 mm. Mientras que un proyectil de 152 mm atravesó el castillo de proa de banda a banda y estalló contra el costado de babor, abriendo un agujero en el mismo de uno por dos metros (aunque bastante alto respecto a la línea de flotación), otro proyectil – al travesar el puente – levantó numerosas esquirlas de acero, algunas de las cuales hirieron al mismo Langsdorff. Éste ordenó al segundo comandante que subiera al puente, pero sin entregarle el mando. Desde luego, no se puede descartar que el haber sido herido en el combate también contribuyó a afectar la capacidad de evaluación de la situación por parte del comandante alemán, influyendo sobre sus decisiones.
Después de haber abandonado el HMS Exeter a su suerte – y en unos minutos este buque, sin ningún cañon funcionando, tuvo que alejarse definitivamente del combate haciendo todos los esfuerzos para mantenerse a flote y llegar a puerto – el Corsario arrumbó al oeste-noroeste para hacer frente a los dos cruceros ligeros británicos. El HMS Ajax quedó rapidamente con las dos torres poperas de 152 mm fuera de combate, averiándose además uno de sus cañones proeles del mismo calibre. Harwood ordenó rumbo al noroeste para abrir distancias, y al mismo tiempo de lanzar torpedos para dificultar el tiro del acorazado alemán, que puso momentanemente la popa a los cruceros tendiendo una columna de humo. Luego la distancia entre los buques volvió otra vez a disminuir rápidamente; los crucreros acertaron varias veces más al Admiral Graf Spee con impactos directos, a pesar de que – debido al humo que producía la artillería pesada y media del acorazado – a los ingleses les resultaba muy difícil apreciar los blancos, quedándole la impresión que el acorazado parecía «encajar» imperturbablemente todos sus impactos y que todo seguia funcionando perfectamente. Con el HMS Exeter medio hundido y con el HMS Ajax sólo disparabando ya con tres cañones, a las 07.38 desde una distancia de cuatro millas un proyectil alemán alcanzó el mástil de popa del buque insignia de la Fuerza G y lo partió por la mitad, cayendo el mastelero a cubierta y con él todas sus antenas: por consecuencia, Harwood ordenó rumbo al este a toda máquina y señalando al HMNZS Achilles que le siguiera y tendiese una columna de humo.
De hecho, esta repentina huida de los cruceros ingleses selló la conclusion de la Batalla del Río de la Plata: increiblemente, en lugar de invertir inmediatamente el rumbo de su buque para perseguir al enemigo que se retiraba y aplastarlo definitivamente, Langsdorff siguió arrumbando al oeste, moderando la velocidad: debió aver evaluado que el “acorazado de bolsillo” no estaba en condiciones de desafiar el oceano en una viaje de vuelta a Alemania, decidiendo que había que entrar en puerto para reparar.
Cabe subrayar que esta decision ha sido posteriormente y unanimemente juzgada como completamente equivocada, tanto por los alemanes cuanto por los ingleses.
Al incrédulo Harwood, no quedó que la simple tarea de seguir – ¡a prudencial distancia! – el Corsario, que siguió navegando durante todo el día arrumbado al oeste, hacia Montevideo: concretamente, más allá de una batalla perdida, Langsdorff estaba entregando al enemigo – literalmente en bandeja – su mismo acorazado.
Una vez que el Admiral Graf Spee fondeó sus anclas en el puerto de Montevideo antes de la medianoche del día 13 de diciembre, Langsdorff decidió de no zarpar rapidamente, después de haber desembarcado los heridos y haber refornido su buque: en este modo, desperdició su última oportunidad para desaparecer otra vez en el Océano. Sin embargo, callados los cañones, empezaba ahora otra batalla: la de la diplomacía.
Continuará…
Un día como hoy: 17 de diciembre 1939 – Guerra Crepuscular (1)
Un día como hoy: 17 de diciembre 1939 – Guerra Crepuscular (2)
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