di Stefano Basilico
Después de una larga travesía del Océano Pacífico, en el día de Todos los Santos de 1914 la División Naval de Oriente (Ostasiatischen Kreuzergeschwader) de la Marina Imperial Alemana – bajo el mando del Almirante Maximilian Graf Von Spee – enfrentó una escuadra de cruceros de la Royal Navy, bajo el mando del Almirante Christopher “Kit” Cradock.


El combate, en condiciones ambientales extremas y mar “fuerza 9”, tuvo lugar en las aguas de la Isla de Santa Maria, frente de la bahía de Coronel (Chile); los dos almirantes sabían de antemano de la presencia del enemigo, y se estaban mutuamente buscando. Cradock había enviado al crucero HMS Glasgow a aprovisionarse de carbón en Coronel y a enviar telegramas al Almirantazgo: de ello tuvo conocimiento Von Spee, quien se dirigió con sus navíos a ese puerto. Por lo tanto, el Glasgow sirvió involuntariamente de cebo, mientras Cradock buscaba al crucero alemán SMS Leipzig, el cual radiaba insistentemente mensajes.
Cradock era sabedor de la inferioridad técnica de sus buques, más lentos y anticuados en comparación con los de la Kaiserliche Marine, así como sus tripulaciones eran mucho menos expertas y entrenadas; dándose cuenta que el suyo iba a ser un viaje sin regreso, antes de salir en navegación dejó sus medallas y pertenencias más personales al Consul de las Islas Malvinas, para que fueran entregadas a su familia. Igualmente, así como no dudó de zarpar de Port Stanley en búsqueda del enemigo (según los órdenes recibidos), una vez en vista de los cruceros alemanes hizo acopio de valor: valiente y decidido, igualmente no dudó en pensar en un ataque rápido, confiando en los dos cañones de 235 mm de su buque insignia, el «armoured cruiser» HMS Good Hope (14.000 t, Drake class, que contaba también con otras 16 piezas de 152 mm), junto a su segundo buque principal, el crucero acorazado HMS Monmouth (9.950 t, 14 cañones de 152 mm). Pero Von Spee se mantuvo fuera del alcance de la artilleria enemiga hasta el ocaso, logrando contemporaneamente colocarse entre la escuadra británica y la costa chilena con sus buques en linea de fila, encabezados por los «panzekreuzern» gemelos SMS Scharnhorst y SMS Gneisenau (11.600 t, artilleria principal 8 cañones de 210 mm por cada crucero acorazado).
A las 18.30, el sol cayó finalmente bajo la línea del horizonte: por lo tanto, los buques británicos quedaron como siluetas negras – nitidísimas – en el esfondo del cielo rojo-naranja hacia el oeste, mientras que los cruceros alemanes permanecían practicamente invisibles, sombras grises en el esfondo oscuro de la costa chilena. A las 18.34, Von Spee dió el orden de “cerrar” hacia la escuadra británica: los artilleros del Scharnhorst y Gneisenau (los mejores de toda la Kaiserliche Marine, incluso en comparación con aquellos de los acorazados y cruceros de la poderosa Hochsee Flotte basada en aguas metropolitanas) fueron a la altura de su propia fama; los cañones de 210 mm aplastaron rapidamente el HMS Good Hope, hundiéndolo, y dejando contemporaneamente fuera de combate el HMS Monmouth que fué hundido finalmente por un torpedo del SMS Nürnberg. Mientras tanto, el HMS Glasgow y el crucero auxiliar Otranto lograban escapar del desastre, en medio de la tormenta.

Enemigos… Von Spee y Cradock eran amigos a nivel personal, mucho antes que adversarios; además, las tripulaciones de los buques que se enfrentaron en Coronel compartieron, en el largo periodo de paz de la dicha “Belle Époque” (desde Sedán hasta los disparos fatales de Sarajevo), unas series de enfrentamientos unicamente hechos de carreras de lanchas y garas de regateo que culminaban luego en festejos, comidas y generosos brindis a la salud de los respectivos emperadores, en una mezcla de «hoch» y «hurrah»; último: cabe subrayar que el espíritu de camaradería que unía estos hombres de distintas nacionalidades también se basaba en el recuerdo de la lucha común, codo a codo, contra la rebelión de los Boxers en China (1899-1901), bajo el mando del Conde Waldersee.
La victoria de Coronel, y la siguiente visita de la escuadra alemana en el puerto neutral de Valparaíso (en el día 3 de noviembre), representaron el cenit de la epopeya de la División Naval de Oriente en los océanos lejanos.
El almirante Von Spee, hombre de solida ética, gran sobriedad, compromiso, lealtad y sentido del honor, estuvo al mando de la escuadra desde el 1912 (después de un largo itinerario de mandos desempeñados en la colonias del Segundo Imperio Alemán, en Africa y Asia): antes hizo de la División Naval una entidad muy compacta y eficiente, perfectamente cohesa y entrenada; luego, después de haber salido de Tsingtao justo en vísperas del destallarse del conflicto (evitando de hacerse embotellar en el puerto), no solamente logró traversar el Océano Pacífico mantenendo en jaque las armadas de las Naciones de la Entente, sino llegando en aguas de Latinoamérica con su escuadra en perfectas condiciones técnica y animicamente, y listo para enfrentar dignamente sus adversarios.
La travesía fue gestionada de manera impecable, en las etapas de reabastecimiento y carboneo, no menos que en las maniobras de navegación (simulando un combate): extremo, el compromiso por parte de todos. Los marineros de la Escuadra tenían plena confianza en el Almirante; además sabedores de la relevancia de su proprio papel: sustraer fuerzas al enemigo, mientras que sus camaradas en el frente europeo enfrentaban a las fuerzas de la Entente, al este así como al oeste: desde la frontera del Rin y Saar a los Lagos Masurianos, desde Bélgica y Alsacia a Prusia Oriental.
En sus cartas, casi un íntimo “diario de viaje” compartido con su queridísima esposa Margarethe, sale el sentido de una lúcida aceptación de su destino: sabedor él mismo de todas las dificultades relacionadas – a medio/largo plazo – con el estar lejos de cualquier puerto amigo y de que la vuelta en patria era “misión imposible”, no menos que respetuoso del valor y tenacidad de los Ingleses, enemigos implacables que imaginaba bien decididos a vengar la aplastante y sangrienta derrota padecida en Coronel.




El día 3 de noviembre, en Valparaíso, fue muy intenso: Von Spee, preocupado una vez más por la necesidad de un adecuado abastecimiento de sus buques (víveres y combustible), se puso de inmediato en contacto con el local Consul alemán Cumprecht y el Embajador Von Eckert. Todo pudo ponerse en marcha regularmente, desarrolándose con eficacia, empezando siempre por la faena más agotadora: el carboneo. A pesar de estas tareas prácticas, en el marco de sus deberes de Comandante en Jefe de la División Naval, tuvo que aceptar la invitación a un almuerzo organizado en su honor – y celebrando la victoria – por el local Círculo Alemán. Clima no demasiado alegre, la verdad: y un poco “forzado”, aunque inicialmente correcto.
De repente, al escucharse un comentario inapropriado por uno de los “patriotas” locales sobre los Ingleses, un silencio tumbal. Von Spee se levantó, con una mirada de hielo desde los ojos reducidos a fisuras sutiles: después de haber rendido homenaje a la memoria de Cristopher Cradock y todos sus marineros, caídos como héroes luchando con honor y hasta el final por su Patria lejana, dejó enseguida el salón junto a los oficiales que le habían acompañado, sin una palabra más.
Luego, una vez comprobado que los buques ya estaban listos para reanudar la navegación y después de haberse despedido del Consul y el Embajador, el Almirante dió la orden de zarpar. La División Naval de Oriente salió del puerto, siempre encabezada por los dos «panzerkreuzern» gemelos, con rumbo a sur oeste.


En el muelle, justo antes de que Von Spee pudiera subir a bordo de su buque insignia, el SMS Scharnhorst, una dama le ofreció una rama de flores; él le agradeció con una sonrisa en la mirada triste, besándole galantemente la mano: “gracias, Señora: quedaran estupendamente, en mi tumba”. En la emoción del momento, el Almirante se había olvidado del incipit de un antiguo himno de la Marina Alemana: «Auf einem Seemannsgrab, da blühen keine Rosen» (“en la tumba del marinero no florecen rosas”).
Rumbo al sur, ni rastro de buques enemigos. En el día 21 de noviembre los cruceros alemanes llegaron en el Golfo de Peñas, fondeando las anclas en la Bahía de San Quentin. Todo alrededor del fondeadero, un escenario desolado, sumergido en el silencio: montañas cubiertas de bosques de abetos y abedules, las cumbres cubiertas de hielo y nieve. La escuadra se quedó allí durante cinco días; los mensajes y condecoraciones enviadas por el Kaiser Guillermo II con motivo de la victoria de Coronel mitigaron un poco la tristeza de la noticia de que Tsingtao tuvo que rendirse, bajo el asalto de aplastantes fuerzas japonesas: en décadas, el puerto chino fue la base de la División Naval de Oriente, y muchos marineros habían dejado allí recuerdos, amistades, familias, amores, fragmentos de sus mismísimas vidas. Igualmente triste, para los marineros de la escuadra alemana, la noticia de la aniquilación de su “hermano”, el crucero ligero SMS Emden: el buque, después de una campaña solitaria a través del Océano Índico (con las victoriosas incursiones en los puertos de Madras y Pulo Penang), fue finalmente hundido por el más poderoso crucero australiano Sidney en las aguas de las Islas Cocos-Keeling (9 de noviembre).
En navegación, otra vez: en el día 28 de noviembre, después de haber bordeado el Archipiélago de la Reina Adelaida, desde los cruceros alemanes se pudo avistar la Isla de Desolación, che marca la entrada occidental del Estrecho de Magallanes. Después de haber doblado Cabo de Horno con su escuadra en el día 4 de diciembre en el medio de una tormenta, entrando en Océano Atlántico, y haber fondeado las anclas en la Isla Picton, Von Spee convocó una reunión con sus comandantes y oficiales a bordo del «Panzerkreuzer» SMS Gneisenau para decidir y dibujar las futuras estrategias.

Lo más lógico, y coherente con el principio de la “guerra de corso” (verdadera misión del «Ostasiatische Kreuzergeschwader»), hubiera sido navegar hacia el Estuario del Rio de la Plata con el objetivo de paralizar las rutas comerciales que salían desde Brasil y Argentina llevando vitales recursos a las Islas Británicas.
Sin embargo, Von Spee propuso cumplir antes una incursión en Port Stanley: más allá de la destrucción de la local estación radio, este espectacular «raid» hubiera representado una ideal respuesta a la invasión padecida por las islas y archipiélagos alemanes en el Pacífico.
Envano el capitán de navio Von Maerker, comandante del Gneisenau, único entre los presentes, expresó su opinión negativa: no solo pensando en la guerra de corso sino también destacando la importancia para la escuadra de hacer perder su rastro por un tiempo más largo posible en Atlántico y dejando los ingleses en búsqueda en la incertidumbre.
El almirante Von Spee confirmó su decisión. En las primeras horas de la mañana del 8 de diciembre, con la División Naval de Oriente ya en las aguas de las Islas Malvinas, el Gneisenau y Nürnberg pusieron con decisión rumbo a Port Stanley. La historia echó otra vez los dados en la mesa; dados trucados, una vez más, en un partido arreglado de antemano: tal como fué lo de Coronel, para los Ingleses. Lo que Von Spee no sabía es que justo el día antes había llegado allí – buscando venganza – una poderosa escuadra inglesa, procedente desde las aguas metropolitanas, bajo el mando del Almirante Frederick Doveton Sturdee y encabezada por los modernos y veloces «battlecruisers» HMS Invincible y HMS Inflexible (17.700 t, artilleria principal 8 cañones de 305 mm por cada crucero de batalla).
A pesar del enterarse de la presencia – totalmente inesperada – de muchos buques en el fondeadero (y entre ellos, identificados de inmediato por los característicos mástiles en tripode, indudablemente en modernos acorazados del tipo «dreadnought» o cruceros de batalla, «battlecruisers») el SMS Gneisenau avanzó para enfrentar el crucero HMS Kent que vigilava la entrada del puerto.

De repente, unos disparos de las poderosas piezas de 305 mm del anticuado acorazado HMS Canopus, que no pudo estar presente en Coronel debido a averías en las máquinas y que estaba fondeado en el barro del puerto como batería flotante, cuyos disparos parabólicos “a ciegas” eran dirigidos por un observatorio. Los dos cruceros alemanes Gneisenau y Nürnberg, pillados completamente por sorpresa, cambiaron rumbo hacia fuera.
Este fue un grave error táctico, después de la decisión de hacer la incursión en Port Stanley; concretamente: 1) hubiera sido mucho más lógico avanzar hacia el puerto, intentando hundir el HMS Kent en corrispondencia de la entrada, bloqueando así en el fondeadero la poderosa escuadra británica (que estaba todavía en fase de carboneo); 2) además, acercandose progresivamente a las islas, los buques de la Kaiserliche Marine hubieran quedado fuera del alcance de los cañones del «pre-dreadnought» inglés.
Y llegó el segundo error: definitivo; desde el SMS Scharnhorst (buque insignia de la División Naval) llegó el orden, perentorio: “reunión”. Este orden, mucho más que la Batalla de las Malvinas, selló el destino del mismísimo «Kreuzergeschwader»: acosados por los dos veloces y poderosos «battlecruisers» de la Royal Navy, a lo largo de un día luminosísimo que garantizaba una extraordinaria visibilidad, los buques alemanes no tuvieron ninguna posibilidad de escapar a la aniquilación, acabando hundidos uno trás del otro en el océano austral.
Ya por la tarde, «extrema ratio», Von Spee ordenó “cerrar” con el Scharnhorst y Gneisenau hacia los «battlecruisers» enemigos: intentando así favorecer la huida de sus cruceros ligeros de la persecución. Todo fue inutil: a pesar del valor y abnegación de los marineros y cañoneros alemanes, solo el SMS Dresden logró alejarse del teatro del desastre. Acosado per superiores fuerza enemigas, después de una agónica campaña solitaria y haber vuelto en el Océano Pacífico, acabó hundido en las aguas de la isla chilena de Más a Tierra, en el día 14 de marzo 1915.


“en la tumba del marinero no florecen rosas…”
(desde un antiguo himno de la Marina Alemana)
La Saga de la División Naval de Oriente se acaba aquí, en las aguas de las Islas Malvinas: queda la leyenda, que se llevan los vientos que soplan en los Océanos, desde el Pacífico al Atlántico.
Pero, si alguien quiere rendir homenaje a hombres valientes, que lucharon hasta el final con coraje y sentido del honor por su Patria lejana (algo común a Maximilian Graf Von Spee y Christopher Cradock, también con todos sus marineros, alemanes e ingleses), os citamos en el Cementerio de Punta Arenas, en la extremidad sureña de Chile.
Las palabras que pueden leerse en la placa del monumento del Memorial llevan al recuerdo de una inmortal frase de las Historias de Heródoto (Libro VII, párrafo 228), en memoria de los Espartanos caídos en las Termópilas:
«Ὦ ξεῖν᾿, ἀγγέλλειν Λακεδαιμονίοις ὅτι τῇδε κείμεθα, τοῖς κείνων ῥήμασι πειθόμενοι»
«O extranjero, informa a los Lacedemonios que aquí yacemos por haber obedecido a sus mandatos»
Se merecen instantes de recogimiento en silencio, y unas ramas de flores.
Bibliografia esencial
Bibliografía esencial
- Bennet Geoffrey, Coronel and the Falklands. Pan Books Ltd, London 1962
- De Hohenzollern François-Joseph, L’Emden. Payot, Paris 1929 (en francés)
- De La Sierra Luis, Corsarios Alemanes en la Gran Guerra (1914-1918). Editorial Juventud, Barcelona 1985
- De La Sierra Luis, El mar en la Gran Guerra. Editorial Juventud, Barcelona 1984
- De Risio Carlo, I 75 giorni delle Falklands. Mursia, Milano 1982-1983 (en italiano)
- Dupuis Dobrillo, Agguato sugli oceani – I “Corsari” tedeschi della Prima Guerra Mondiale. Mursia, Milano 1981 (en italiano)
- Grove Eric, Great Battles of the Royal Navy. Arms and Armour, London 1994
- Hough Richard, La caccia all’Ammiraglio Von Spee. Longanesi, Milano 1971 (en italiano)
- Irving John, La chasse aux Croiseurs Allemands – Coronel et les Falklands (1 er novembre – 8 décembre 1914). Payot, Paris 1928 (en francés)
- Jennings John, Emden Nave Corsara – La cronistoria di una nave corsara e cortese. Longanesi, Milano 1968 (en italiano)
- Mille Mateo, Historia Naval de la Gran Guerra 1914-1918. Inédita Editores, Barcelona 2010
- Pitt Barrie, Coronel and Falklands – Two great naval battles of the First World War. Cassel & Co., London 1960
- Pochhammer Hans, L’ultima crociera dell’Ammiraglio Spee (Battaglie Navali di Coronel e Falklands). Marangoni, Milano 1933 (en italiano)
L’ha ripubblicato su Pastor Aeternus proteggi l'Italia.
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